
La exposición La energía hidroeléctrica en la provincia de Granada aborda una de las manifestaciones más contemporáneas en el uso tradicional de los recursos hidráulicos, como fue y es la obtención de energía eléctrica. Pretende contribuir a rescatar una pequeña fracción de esa memoria que nos ha dejado el legado del agua, manifiesta en los molinos del Marqués y de Ganivet –donde se ubica la exposición– y una pequeña selección de la magnífica colección tecnológica que a lo largo de los años ha ido reuniendo el ingeniero Miguel Giménez Yanguas.
A lo largo de los seis ámbitos en que se estructura la exposición podemos contemplar más de noventa piezas que ilustran las distintas etapas de la producción de energía hidroeléctrica en la provincia, así como las aplicaciones que se le dieron en cada momento. Acompañan la muestra diversos recursos museográficos y didácticos que introducen o amplían el contenido de la exposición, haciéndolo accesible a distintos públicos. Se ofrece además un programa educativo para grupos escolares, colectivos de adultos y público familiar, así como un programa de actividades complementarias de carácter puntual.

Granada inició el siglo XX con un perfil de modernidad que unas décadas atrás hubiera sido difícil imaginar. Ya fuera por adaptación a los cambios globales que se estaban produciendo en el país, ya por la aparición de oportunidades de crecimiento de raíz más local, la ciudad y la provincia parecían despertar de un letargo secular. Fueron años en los que se plantearon y ejecutaron, con mayor o menor fortuna y profundidad, actuaciones que dinamizarían la explotación del territorio y sus recursos y situarían a Granada en una senda de progreso económico y social.
Muchas de las transformaciones sobrevenidas se apoyaron en la oleada de innovaciones propias de la denominada “segunda revolución tecnológica”, que constituye el sustrato sobre el que se edificó la aventura de la electrificación local entre las décadas de 1890 y 1950. Es este el escenario temporal elegido para esta exposición, que habla de electricidad y del agua para producirla, pero no solo de ellas. Porque esta novedad tecnológica se insertó en un ciclo de crecimiento y dinamismo económico global que transformó profundamente los modos de vida de sus habitantes.
Los cambios que acompañaron a la entronización de la nueva energía en la vida cotidiana, lejos de circunscribirse a la ciudad, irradiaron a toda la provincia, donde comenzaron a explorarse nuevos aprovechamientos en torno a Sierra Nevada, en tanto que las vegas interiores experimentaron una radical transformación a raíz del ciclo del azúcar de remolacha, poblando el territorio con instalaciones industriales nunca vistas. A su vez, esta nueva movilización de recursos y energía se vería facilitada por el trazado y construcción de caminos carreteros y vías férreas, que hicieron algo más fácil la comunicación entre unas comarcas cuya endiablada orografía las había condenado tradicionalmente al aislamiento.
Observada en una perspectiva histórica, esta época ha dejado huellas indelebles en el paisaje físico y en las mentalidades, expresas en un patrimonio material e inmaterial que urge conocer, recuperar y proteger. Porque es ese ejercicio de reconocimiento de lo que fuimos y lo que hicimos el que permite establecer lazos de continuidad entre el pasado y el presente de la ciudad y la provincia, sin concesiones a la nostalgia ni al triunfalismo.
La exposición, que aborda una de las manifestaciones más contemporáneas en el uso tradicional de los recursos hidráulicos, como fue y es la obtención de energía eléctrica, pretende contribuir a rescatar una pequeña fracción de esa memoria que nos ha dejado el legado del agua, manifiesta en los molinos del Marqués y de Ganivet -donde se ubica la exposición- y una pequeña selección de la magnífica colección tecnológica que a lo largo de los años ha ido reuniendo el ingeniero Miguel Giménez Yanguas. Javier Piñar Samos