Vacío es un viaje a lo largo de 18 años, con dos historias en paralelo:
El viaje de una niña que viene al mundo, y el de una madre, que la recibe con los brazos abiertos, con un
amor incondicional. Ambas recorren este camino hecho de distintas etapas; etapas llenas de preguntas sin
respuesta, de momentos emotivos, de desencuentros y encuentros, de paisajes interiores desoladores, y
esperanzadores, de vacíos.
Es una historia que nos invita a contemplar el claroscuro que acecha detrás de las sonrisas y a reconocer la
importancia de abordarlo con empatía y comprensión, sin juzgar, sin etiquetas.
A través de la dramaturgia y la representación artística, la manipulación de objetos y presencia de títeres, el
espectáculo nos sumerge en las complejas emociones de quienes luchan contra la depresión.
«Vacio» no es solo un espectáculo, es una llamada a la acción a madres, padres, educadores, profesionales
de salud mental y principalmente un guiño a la juventud para que sienta y sepa que no está sola.
Y es en este escenario, bajo el título de “Vacio”, donde nos enfrentamos a una realidad cruda y
necesaria: hablar sobre la salud mental.
Demasiado a menudo, los jóvenes enfrentan batallas internas que parecen insuperables: la
depresión, como una ladrona de la luz, que entra sigilosamente en sus vidas, envolviéndol@s en una
neblina de desesperación y soledad.
El miedo al estigma y la falta de comprensión pueden llevarlos a un silencio ensordecedor, donde el
dolor se consume en secreto y no se atreven a contar, a hablar, a comunicar.
A pesar de todo, en este oscuro laberinto, hay una luz que puede guiar nuestro camino: la
conversación.
“Se puede hablar de suicidio y, de hecho, se debe hablar de ello para poder hacer prevención y
evitar que sea un tema tabú”
Benjamín Ballesteros, director de programas de la fundación ANAR
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