Manuel Bello. El pájaro azul
Comisario: Rafael Doctor
Manuel Bello (Guadix, 1957-Granada, 2009) fue, aún en vida, un fotógrafo de culto admirado por quienes tenían conocimiento de su trabajo. Sin embargo, poco preocupado por darse a conocer, su obra no trascendió ese limitado círculo de iniciados. Protagonizó una exposición individual en Paso del Zute, No hay camino al paraíso (Huétor Vega, 1999), que recogía lo más esencial de su producción hasta entonces. Después participó en la colectiva titulada Huellas de luz granadina en esta misma sala del Palacio de los Condes de Gabia (2000). Y aparte de los catálogos de ambas muestras, agotados hace tiempo, en pocos libros más se publicaron sus fotografías. Estas, no obstante, han circulado por internet, donde provocan la fascinación de quienes las ven por primera vez.
La exposición actual es la ocasión de mostrar al público el mayor conjunto de obras personales de Manuel Bello reunidas hasta la fecha. Titulada El pájaro azul (como un poema de Bukowski con el que el artista cerró su libro No hay camino al paraíso), en ella se exhiben algo más de cien fotografías. Positivadas en gelatina de plata sobre papel baritado, cibachromes o impresas sobre papeles de algodón, todas son copias realizadas por el autor y la gran mayoría están firmadas. Además, se han impreso quince copias de exposición a partir de diapositivas inéditas. Gracias al trabajo previo de investigación se localizaron alrededor de medio centenar más de obras dispersas en diversas colecciones: tanto copias distintas de algunas imágenes que forman parte de la exposición, como otras que no se muestran, ya que de muchas de ellas solo se conservan archivos digitales. Nuestra selección pretende reflejar el corazón de la poética de Manuel Bello en su etapa más distintiva: después de su época como fotoperiodista, y antes de su dedicación al diseño, el interiorismo y el vídeo; y poniendo el foco en su trabajo personal más que en el profesional.
La organización de las obras en sala obedece a la propuesta de una serie de conjuntos coherentes para los que no se ha tenido en cuenta la secuencia cronológica ni una ordenación temporal. Ni siquiera se datan las fotografías, ya que el propio Bello no lo hacía, lo que nos habla de su vocación intempestiva. Además del cuerpo central, compuesto por esa selección de fotos, hemos dedicado un espacio a la labor de Bello como realizador de videoclips con la proyección de tres grabaciones de su hija Lara y la reproducción, en sendas pantallas, de material que formó parte de dos proyectos inacabados.
Por último, en una estancia separada se exhibe una colección de fotografías de Bernard Plossu por primera vez en Granada, prestadas excepcionalmente para la ocasión en señal de reconocimiento y homenaje a quien él define como uno de los mejores fotógrafos poetas que había en España. Aunque no llegaron a conocerse en persona, a Plossu y Bello los unía la mutua admiración y un hermanamiento espiritual que se materializa con la exhibición conjunta de sus obras.
El comisario de la muestra, Rafael Doctor, se pregunta (citando una conocida obra de Richard Hamilton): «¿Qué hay en Manuel Bello que lo hace diferente, tan atractivo para los ojos contemporáneos?». La respuesta tendrá oportunidad de hallarla cada visitante de esta exposición. El propio Doctor ensaya una contestación en el monográfico dedicado a Bello, coeditado con La Fábrica en su colección PhotoBolsillo: «Me cuesta definir qué es lo que este autor ofrece. Son atmósferas que provocan, escenas o cosas que no intentan contar, sino sugerir. Casi nada se constriñe a un título, una fecha o un lugar. Es un trabajo que habita lo atemporal. No son instantáneas de nada, o no pretenden serlo. Es como si se tratase de evanescencias o efluvios a través de los cuales desarrollamos nuestra vida; o como si nos quisiera poner de manifiesto que, más allá de la evidencia de lo absoluto de la visión, existiese un umbral diferente, un estadio paralelo en el que todo es más bello e impreciso».
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